domingo, 29 de julio de 2018

Castro de La Mesa de Miranda (Chamartín. Ávila)

Damos un salto en el tiempo. Nos vamos a una de las épocas que más me interesa, más me gusta y más disfruto: la Edad del Hierro.

De nuevo, será Ávila la que nos ofrezca esta gran oportunidad. La ocasión para conocer un poco más de esos pobladores que los romanos denominaron vetones y que, junto a sus aliados los lusitanos, dieron más de un quebradero de cabeza a las autoridades romanas.

No es la primera vez que recorremos estas tierras. Tres son los castros de época vetona que se encuentran en un radio de veinte kilómetros de la ciudad de Ávila (si ampliamos el radio de acción encontraremos algunos más que en nada desmerecen a los aquí presentados):
Los dos primeros ya los hemos visitado con anterioridad y muchas eran las ganas de acercarnos a este tercero, situado en la proximidades de la localidad de Chamartín, y excavado por A. Molinero y J. Cabré allá por los años treinta y cuarenta.

Vista general de la ubicación del castro
Vista general de la ubicación del castro

En la ubicación del asentamiento se ha buscado, de manera clara, la fácil defensa. En un entorno granítico y de amplios encinares

El castro se asienta en un cerro a una altitud aproximada de 1150 m y rodeada por el río Hondo y el arroyo de Matapeces que forman una defensa fluvial. De manera que presenta fuertes desniveles que dificultan el acceso por todo su contorno excepto la vertiente sur, consiguiendo disminuir los esfuerzos defensivos del asentamiento.

Este castro se remonta a la II Edad del Hierro, en torno al 500 a. C. Su final se ha situado entre mediados del siglo II a. C (momento en el que se desarrollan las Guerras celtibéricas, en el 155-133 a. C, y durante las cuales los vetones se aliaron con los lusitanos en su lucha contra Roma) y el siglo I a. C (finalizadas las Guerras Civiles).

El castro se estructura en tres recintos fuertemente amurallados, como era característico en los castros de la Edad del Hierro, y adosados entre sí. El conjunto ronda una superficie de 30 ha.

Primer recinto

Es el más antiguo y es el que se sitúa más al norte del yacimiento. Amurallado en su totalidad se accede desde el sur, la zona más desprotegida. Esta desprotección es la que determina la presencia de elementos defensivos complementarios como son el campo de piedras hincadas y un foso, ambos dentro del segundo recinto.

En primer lugar existía un campo de piedras hincadas formado por lajas de piedras puntiagudas y enterradas parcialmente cuya misión era dificultar el avance de caballería e infantería.

Campo de piedras hincadas. La Mesa de Miranda
Campo de piedras hincadas. Vertiente sur

Tras atravesar el campo de piedras hincadas, había que superar el foso, adosado a la muralla y presentó una profundidad de unos 5 metros. Hoy apenas se intuye en el desnivel del terreno, ya que se ha colmatado con los derrumbes de la muralla.

Foso. La Mesa de Miranda
Foso

Por último había que superar un tercer elemento defensivo: la muralla. En esta zona presenta trazado rectilíneo este-oeste con un ancho de 5 metros. Presenta una antemuralla en forma de escalón externo a menor altura para dificultar, más si cabe, la tarea a potenciales enemigos.

La muralla presentó dos entradas, ambas de similar factura, flanqueadas por torres y acceso por pasillo estrecho que permitía acorralar al enemigo. El acceso situado al este fue cegado en una etapa posterior.

Acceso occidental al primer recinto. La Mesa de Miranda
Acceso occidental al primer recinto

En el interior de este primer recinto es donde se sitúan mayoritariamente las edificaciones domésticas, aunque sólo se han excavado tres de estos edificios, por lo que no se conoce mucho de la vida doméstica. El edificio (o vivienda) que se puede ver con mayor claridad es la excavada en su momento por J. Cabré situada en la zona occidental de este primer recinto. Esta construcción presenta la típica forma cuadrangular, muy similar a las construcciones que se pueden ver, de forma más clara, en el ya mencionado yacimiento de Ulaca.

A pesa de ello, a lo largo del recorrido por el perímetro (siguiendo la muralla) se pueden ver innumerables restos en forma de amontonamientos de piedras y contornos de forma cuadrangular que, suponemos, son los restos de las viviendas que se extendían por este recinto.

Vivienda. Primer recinto. La Mesa de Miranda
Vivienda. Primer recinto

Mientras que en el sur nos encontramos con un potente sistema defensivo, en la vertiente norte, este y oeste la muralla, que serpentea al borde una fuerte pendiente que sirve de defensa natural, no es tan consistente. En esta zona apenas se intuye el derrumbe que delimita el recinto y lo separa de una fuerte caída que debe rondar los 100 o 150 metros.

El recorrido por la periferia permite observar diversos tramos de derrumbes e intuir algunas construcciones bajo las encinas.

Derrumbe. Muralla este
Derrumbe. Muralla este

En la zona este se localiza la entrada cegada de la muralla al primer recinto (se han instalado unas escaleras que permiten atravesarla y apreciar desde otra perspectiva la muralla). 

Segundo recinto

Este recinto se encuentra, al igual que el primero, protegido por una potente muralla. Se ha especulado con que en esta zona se situaran edificios de carácter productivo o para el ganado, aunque las investigaciones no arrojan luz clara en este sentido.

La muralla presenta diferencias constructivas respecto a la primera, lo que hace suponer una fecha posterior.

El acceso se realiza por entrada sur que se encontraba protegida por una gran torre circular que presenta antemuralla a semejanza de la muralla del primer recinto.

Torre circular. Acceso sur al segundo recinto
Torre circular. Acceso sur al segundo recinto

En este segundo recinto apenas quedan restos apreciables, por lo que constituye, en la actualidad, la zona de paso que une el tercer recinto con el primero ya comentado.

Tercer recinto

El más moderno de los tres recintos que conforman este yacimiento de La Mesa de Miranda. Este recinto invadió parte de la necrópolis que provocó que varios túmulos quedaran intramuros e incluso alguno quedará sepultado bajo la muralla.

Tercer recinto. Túmulos intramuros
Tercer recinto. Túmulos intramuros

Sirvió como complemento defensivo durante la conquista romana en la segunda mitad del siglo II a. C o durante las guerras Civiles romanas (época en la que el castro ya estaba conquistado) en el siglo I a. C.

La muralla presenta una anchura de cinco metros y carácter ciclópeo, que la diferencia de las dos anteriores.

Muralla del tercer recinto
Muralla del tercer recinto

La entrada a este tercer recinto (el primero en nuestra visita) se realizaba por una puerta situada al sur y un lienzo exento que une el tercer y segundo recinto.

Acceso al tercer recinto
Acceso al tercer recinto

Cuerpo exento. Tercer recinto
Cuerpo exento. Tercer recinto

La muralla del tercer recinto prosigue hacia el noreste. A medida que se avanza el estado de conservación empeora y, por tanto, es más difícil su visualización (a lo que no ayuda el hecho de que no se hayan limpiado las hierbas que, en algunos tramos, tapan por completo la estructura). A lo largo de su perímetro se observan otras dos entradas menores.

Entrada este. Tercer recinto
Entrada este. Tercer recinto

Esta muralla no se cierra por el su lado norte, ya que utiliza el fuerte desnivel como defensa natural.

Dentro de este tercer recinto se localizó una escultura zoomorfa (o verraco) aunque no en muy buen estado (hay dos más procedentes del yacimiento: una en la plaza de Chamartín y otra en la entrada del aula arqueológica).

Necrópolis de La Osera

Tras el recorrido a lo largo de las fortificaciones que delimitan los diferentes recintos del yacimiento, nos acercamos a la necrópolis situada al sur del  castro: la necrópolis de La Osera.

J. Cabré excavó 2.230 tumbas, que abarcan el periodo comprendido entre finales del siglo V a. C hasta el siglo III a. C. Los ajuares encontrados han permitido conocer los rituales de enterramiento, siempre incineración, y detalles sobre la sociedad vetona. En algunas ocasiones las cenizas iban acompañadas de armas o herramientas que permitían identificar socialmente al dueño y han demostrado una fuerte jerarquización social en cuya cúspide se situaba una aristocracia militar.

La mayoría de las tumbas eran un pequeño hoyo en el que se depositaban las cenizas, en algunos casos introducidas en una urna. En otros casos las cenizas se depositaron en túmulos de diferentes tamaños que parecen indicar una jerarquización social.

Paseando por la zona se observan numerosos túmulos de pequeño tamaño de forma circular o cuadrangular y, en algunos casos, señalizados con estelas.

Necrópolis de La Osera. Túmulo con estela
Túmulo con estela

Necrópolis de La Osera. Túmulo cuadrangular
Túmulo cuadrangular

En la parte alta de la necrópolis se encuentras las tumbas más espectaculares del conjunto. Dos túmulos incluidos dentro de una estructura de mampostería lo que hace pensar en una alta categoría social de los que allí fueron enterrados.

Necrópolis de La Osera. Túmulos con estructura
Túmulos con estructura

La necrópolis estaba dividida en seis zonas definidas y separadas. En cada una de las zonas una piedra hincada visible presidía el espacio (hay una piedra de estas características en el exterior del recinto de la excavación).

Necrópolis de La Osera. Piedra hincada
Piedra hincada

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INFORMACIÓN ADICIONAL:
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BIBLIOGRAFÍA:
  • FABIÁN GARCÍA, J.FRANCISCO. Ruta de los castros vettones de Ávila y su entorno. 

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