Nos encontramos en la Sierra de Pela, un lugar árido, donde los árboles escasean y el invierno es duro, sin duda este factor ha contribuido a que sus habitantes hayan buscado lugares más amables para vivir.
Para encontrar El Portalón salimos desde el pueblo siguiendo una senda que recorre el pequeño barranco abierto por el Arroyo de los Prados. Es un lugar solitario que aún conserva las últimas nieves caídas, pero muy representativas de estas solitarias tierras.
Arroyo de los Prados
En apenas un kilómetro este arroyo, con el cauce seco, se junta con el Arroyo de la Sima, también pobre de agua. Existen posibilidades múltiples para aquellos que les guste el senderismo.
Punto de encuentro con el Arroyo de la Sima
Si seguimos el camino marcado por el cauce, en apenas un kilómetro más veremos a nuestra derecha un gran abrigo protegido por una pared de piedras, que nos indica el punto en el cual debemos abandonar el barranco para iniciar un corto ascenso, hasta alcanzar el refugio.
Abrigo rocoso
En el abrigo más grande, que se puede ver en la foto, no vimos ninguna pintura. Como se puede comprobar ha tenido un amplio uso y hay restos de fuego. Realmente los restos de las pinturas, de los cuales teníamos referencia, se encuentran en dos abrigos situados a la izquierda, en el barranco formado por el Arroyo de Valdequiciosa, y organizados en dos niveles.
Los dos niveles. Vista desde la parte inferior
Las primeras pinturas las reconocimos en el abrigo superior, en la visera delimitada por una pared de piedras que, de nuevo, nos indican un uso intensivo de estas protecciones naturales.
Abrigo superior
Aquí se pueden distinguir restos de color ocre, aunque las figuras son difícilmente interpretables, al menos para ojos inexpertos como los nuestros. Sabíamos que estábamos viendo las pinturas porque llevábamos un dibujo de las mismas.
Pinturas rupestres
Las pinturas están muy deterioradas y la piedra muy rota, el estado de conservación es pésimo y, me temo, que se terminarán perdiendo como no se tomen medidas para su consolidación. A pesar de ello, las pinturas se han podido enmarcar en el denominado arte levantino y esquemático que se desarrollaron en época neolítica. Incluso se han interpretado algunas de las representaciones como escenas de caza, antropomorfos, fauna y algún ídolo (véase primera foto).
Los restos de color se pueden observar hasta alcanzar la denominada Cueva del Agua, una cavidad con una pequeña entrada y de pequeñas dimensiones.
Si descendemos, hay un segundo abrigo en la parte inferior. Al igual que el anterior, presenta una sobria pared, sin duda para proteger al ganado. En esta visera se pueden observar algunos restos de pintura, pero son menos nítidos que los encontrados en el abrigo superior.
Abrigo inferior
Independientemente de los restos, el lugar en el que se encuentran bien merece una visita para disfrutar de las amplias panorámicas que nos ofrece.
Panorámica desde el abrigo superior
Fuente. Villacadima
Panorámica de Villacadima desde la fuente
Villacadima conserva una preciosa muestra de arte románico en su iglesia parroquial, la Iglesia de San Pedro apóstol, aunque ha sufrido sucesivas reformas. Su actual espadaña se levantó en el siglo XVI. Los orígenes de esta coqueta iglesia se remontan al siglo XIII, de esa época es la portada.
Iglesia de Villacadima
Portada de la iglesia
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INFORMACIÓN ADICIONAL Y BIBLIOGRAFÍA:
- VALIENTE MALLA, JESÚS. Guía de la arqueología en Guadalajara. Editorial aache
- HERRERA CASADO, ANTONIO. El románico de Guadalajara. Editorial aache
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